Los técnicos del programa de Pre-Mayoría organizan una charla de sus chicos con cuatro jóvenes que ya han salido del sistema de protección.

Están muy de moda ahora las empresas que aceleran a otras empresas. Son como lavadoras en las que se introduce una idea, se programa el tiempo y el modo apropiados y, al terminar, sale un nuevo negocio, que como el pájaro en su primer vuelo del nido tiene que enfrentarse con el voraz mercado exterior.
En Paz y Bien sabemos mucho de eso, pero con la salvedad de que en lugar de negocios ayudamos a transformar a niños y niñas en adultos, antes de tiempo, listos para enfrentarse con la voraz vida exterior. Voraz porque, aunque la vida es un regalo y hay muchos mecanismos para poder vivirla de manera feliz, estos niños y niñas no tienen más que su propia madurez, la que hayan podido adquirir en estos aceleradores de personas adultas, para resolver problemas que deberían resolver sus padres.

Pero, desgraciadamente, con eso no han podido contar, nadie les ha dado consejos, les ha dicho lo que está bien y lo que está mal, les ha hecho sentir queridos e importantes. Sus necesidades emocionales son enormes, como sus miedos y su soledad. Soledad que intenta llenarse con todo el calor que se les puede dar desde los centros por parte de sus educadores, monitores, orientadores, directores, etc. Con todo el calor del mundo pero no con el de una madre o un padre.

Una vez que estos chicos y chicas cumplen la mayoría de edad se quedan sin toda esa protección y apoyo que se les ofrece desde los centros. Se quedan sin nada. El logro de los psicólogos, trabajadores sociales y demás miembros del equipo que ha trabajado con ellos es el de conseguir que se queden también sin esa mochila de una infancia difícil, muy difícil, demasiado para ser niños.

Y es entonces cuando llega esa última oportunidad, esa aceleradora a la que llamamos ‘Programa de Mayoría’ y que se articula en pisos en los que dos orientadores hacen de amortiguadores en ese salto mortal.

Recientemente se vivió una experiencia maravillosa en la asociación. Algunos de los jóvenes que han pasado por este programa se prestaron a contar sus historias delante de un grupo de adolescentes que están siendo preparados para ese cambio gracias a otra iniciativa de la entidad. El programa de Pre-Mayoría ofrece apoyos a estos niños y niñas que están aún en centros de protección pero que pronto saldrán de ellos. Aquí les vuela la imaginación.

La experiencia fue tan maravillosa porque personas como ellos, con historias en su pasado tan duras como las suyas y con los mismos miedos y anhelos, son a día de hoy, hombres y mujeres con todas las de la ley con apenas 19 o 20 años.

Desiré, José Manuel, Rubén o Mohamed han decido “romper con la cadena”, en palabras de la presidenta, Josefa Romero. Han elegido otro camino que el que, a priori, la vida les tenía preparado y están siendo los protagonistas y dueños de sus proyectos y de su futuro con un presente que construyen día a día. Dan las gracias por la oportunidad que tuvieron en ‘Mayoría de edad’ y felicitan a los que escuchaban por la que ellos estaban teniendo en ‘Pre-Mayoría’. “Ojalá nosotros la hubiésemos tenido también”.

Y desde esa posición, no la de haber ganado sino la de estar ganando día a día, dijeron cosas como:

Rubén –entró en un centro con 16 años. Es peón forestal. Quiere prepararse oposiciones para Policía. Vive con su pareja y sus mascotas. “Estudiad, lo que sea, pero estudiad algo, como mínimo el título de la E.S.O. Ahora tengo una familia en la que me apoyo”-.

Desirée –ingresó en Villa Elvira por propia voluntad con 17 años. “En mi casa no me iba bien, pero no estoy enfadada con ellos, de vez en cuando los visito”. Estudió bachillerato, vive con su pareja y trabaja. Algunas de sus compañeras de trabajo, mayores que ella, “no saben cocinar”-.

Mohamed –entró en Villa Elvira con 14 años. Está terminando Ingeniería Química-: “Tenéis que aprender de todo porque luego no vendrá nadie a resolveros los problemas. De todos se sale si uno quiere”-.

José Manuel –junto con sus ocho hermanos aterrizó en Villa Elvira con 9 años. “El momento más difícil de mi vida fue cuando separaron a una de mis hermanas del grupo y el más feliz cuando volvimos a reencontrarnos”. Está haciendo sus pinitos como árbitro para la Escuela de Sevilla y quiere estudiar bachillerato. Consiguió trabajo por Empleo Joven. “No tenemos la facilidad de que nuestros padres nos lo hayan dado todo”. Y sentencia, “si no te lo curras te puedes ver como un mendigo en la calle”-.

La Asociación Paz y Bien comenzó a trabajar con infancia y juventud en 1998 tras una petición de la Junta de Andalucía. “Solo por lo que se ha escuchado aquí”, cerrando el encuentro con las palabras de la presidenta, “ha merecido la pena todo que se ha hecho. Siento verdadera admiración por vosotros”.