Era una mañana de invierno. Yo estaba durmiendo, hacía muchísimo frío. De repente llamaron a la puerta y a continuación, comenzaron a escucharse gritos, llantos, movimientos bruscos… estaba atemorizado. No entendía que estaba pasando pero me negaba a levantarme de la cama, es más me escondí debajo de ella y abracé fuertemente a mi aliado, Spiderman. Allí permanecí mientras continuaba el jaleo; escuchaba voces desconocidas para mí que parecía que intentaban calmar a mi madre. Tras un rato, salí de la cama y abriendo una ranurita de la puerta de la habitación miré quien estaba en mi casa. Mientras observaba vi como dos mujeres sentadas en el sofá hablaban con mi madre sobre mí y de un sitio al parecer fantástico, aunque mi madre no parecía estar muy contenta. Se levantaron las tres del sofá y se dirigieron hacia mi habitación, apresuré en vestirme y ordenar la habitación, a mi madre nunca le ha gustado que reciba a la gente en calzoncillos.

¡Hola Jorge! ¿Cómo estás? – dijo una de ellas, muy sonriente- mira somos Julia y Andrea, venimos de un sitio donde luchamos para que todos los niños sean felices y no les falte de nada….

Soy feliz y lo tengo todo – la interrumpí

Ya cielo, pero hemos estado con mamá y nos ha contado que tiene algunas dificultades para cuidarte, no puede dedicarte suficiente tiempo, por lo que tu juegas en la calle hasta muy de noche, a veces vienen a casa muchos hombres a ver a mamá que pueden hacerte daño,….por lo que mamá y nosotras hemos pensado que te vengas con nosotras a una casa fantástica donde hay muchos niños y que pueden darte todo lo que necesitas.

Mamá se mantenía con la mirada hacia el suelo, contenía sus lágrimas lo sabía, pero en una de las ocasiones sus ojos y los mios se cruzaron y me hizo un gesto de aprobación. Sentí miedo, la persona más importante de mi vida estaba aprobando que yo me fuera con dos desconocidas a un lugar idílico, que seguramente no existía…. No entendía nada. No me dejaron casi tiempo para que cogiera mis cosas, decía que no me iban a hacer falta, cogí mi Spiderman, besé a mi madre y me metieron en un coche. Andrea y Julia no paraban de hablar, me acariciaban, me miraban con cara de compasión, susurraban entre ellas cosas que no pude captar…. A parte de asustado, estaba triste, ¿porqué tenía que irme a esa casa si yo estaba con mi madre? ¿y mis amigos? ¿y mi ropa? ¿y Rufo (mi perro)?…¿qué pasaba con mis juguetes?, a mi no me gustan las lentejas, ¿en esa casa alguien lo sabrá?

Llegamos a una casa. Parecía bonita. Estaba toda decorada de Navidad. En la puerta un montón de personas me miraban con una sonrisa de oreja a oreja y cuchicheaban. Al acercarme se abrazaron a mí y me besaron.

¡Yo soy Vero! ¡yo Olga! ¡yo…! ¡yo!

No paraba de escuchar personas hablando y besuqueándome, parecían felices, ¿pero por qué? ¿si no me conocían? ¿qué querían de mí? ¿Qué habría hecho yo para estar allí? No entendía nada.

Me acompañaron a conocer la casa y empezaron a aparecer niños por todas partes que comenzaron a presentarse. Ellos también parecían contentos de verme. Me acompañaron todos a la zona de habitaciones y me enseñaron donde yo iba a dormir. No podía dejar de apretar cada vez más fuerte a mi Spiderman.

En la casa había muchísimo ruido y alboroto y en mi cabeza mucho más. Quería encerrarme en algún sitio y llorar. Me sentía solo aunque había demasiada gente. Qué dolor… Quise acostarme pero no me dejaron, que si ahora hay que ducharse, que si hay que cenar, que si luego… QUIERO QUE ME DEJEN EN PAZ resonaba en mi cabeza pero no era capaz de articular palabra desde que salí de mi habitación. Todos me hacían preguntas, se acercaban a mi hasta tocar prácticamente nariz con nariz, pero yo no podía decir ni una palabra. Había un dolor que me inundaba por dentro. Notaba como si alguien me apretara el pecho, en mi cabeza escuchaba retumbos, mi barriga era un vaivén… NO QUIERO ESTAR AQUÍ. Cuando llego la hora me fui a la cama junto a mi aliado, pero no pude cerrar los ojos, ¿y si alguien me hacía algo? ¿y si entraban a media noche?

Al día siguiente me despertó una cara nueva. Muy entusiasmada me hablaba y hablaba mientras cogía ropa del armario y me palmoteaba para que me apresurara. Continuaba sin hablar, así permanecí más de una semana. Poco a poco veía que las personas que iban y venían a esta casa no eran malas personas, ni pretendían hacerme daño, solo que ERAN FELICES APARTÁNDOME DE MI MADRE, lo cual no comprendo. Pasaron los días y se acercaban las navidades. Desde mi partida no había sabido nada de mi madre. Olga me dedicaba mucho tiempo, era la psicóloga del centro de menores y me explicaba cosas como:

Jorge, mamá ha sido muy valiente ¿sabes? Ella te quiere muchísimo y porque te quiere, ha preferido apartarse de ti que tenerte con ella sabiendo que a veces no podía comprar comida, que tenías que pasar horas y horas en la calle, etc. Ella ahora está tranquila porque sabe que aquí vamos a cuidar de ti y a quererte muchísimo. No queremos que la olvides ni alejarte de ella sino queremos poder cuidarte hasta que tú seas más mayor y puedas hacerlo por ti mismo o bien, mamá aprenda algunas cositas con ayuda de muchas personas y te de todo lo que tú necesitas y te mereces tener como niño que eres.

Cuando ella hablaba me mantenía muy atento. Decía cosas que yo comprendía y me daban tranquilidad, pero ¿que iba a pasar con las navidades y los reyes?

Olga, ¿qué pasará en navidad y el día de los reyes? ¿Veré a mi madre? ¿podré ir a casa a coger mis regalos?

Jorge ahora mismo te puedo decir que en esas fechas estarás con nosotros, mamá hace mucho tiempo que no llama, seguramente porque no tiene dinero para llamar y porque estará muy liada aprendiendo cosas buenas, pero aquí se quedan muchos niños y juntos lo pasamos muy bien. Y ahora que me lo recuerdas Jorge, vamos a escribir la carta a los Reyes, ¿quieres?

Comencé a escribir:

Querido Melchor:

Quiero… quiero… QUIERO ESTAR CON MI MADRE.

Dejé todo y me fui a mi cuarto a llorar.

Llegaron las fiestas navideñas. Mi madre continuaba sin dar noticias. Los días pasaban. Cena de Noche buena. Villancicos. Papa Noél. Visitas a belenes vivientes. Luces. Colores. Gente feliz. Niños jugueteando por todos lados. Quedaba que llegase la noche de Reyes, en ella tenía puesta toda mi ilusión, en mi carta le puse a Melchor claramente que es lo que yo quería este año. Así que intenté disfrutar de las fiestas y esperar impaciente a que llegara la noche del 5 de enero.

¡Al fin llegó! Me sentía muy muy nervioso. No sabía que ropa preparar para ponerme el día 6 cuando fuera recoger mi regalo. Me miraba en el espejo, me reconocería mi madre ¿no? Ay, no sé, es que no sé cuánto tiempo ha pasado desde que no la veo y ¿si no me conoce? No, no eso no va a pasar…tengo que ponerme guapísimo, que me vea muy bien y le contaré lo bien que me estoy portando para que me pueda ir con ella ya, que vea que he aprendido y que a partir de ahora le ayudaré más en casa, no me enfadaré con ella…

Las luces de la casa permanecen apagadas, yo estoy abrazado a mi gran e inseparable amigo, no puedo coger el sueño… intento recuperar de mi mente la cara de mi madre, poco a poco se ha ido borrando de mi cabeza, veo su silueta pero su cara está borrosa. Me enfado conmigo mismo, ¿Cómo puedo olvidar su rostro? Escucho las campanas del reloj… Pasa una hora, otra, otra… Ya comienzan a escucharse los primeros paseos de mis compañeros al cuarto de baño, hasta que de pronto… uno de los educadores nos da el aviso de que han venido los Reyes Magos. ¡¡¡LOS REYES MAGOS!!!! Me visto rápidamente, me miro en el espejo, cojo los dibujos que le he hecho a mi madre días atrás, el anillo que le compré con el dinerillo de mi paga y corro hacia el salón de la casa en busca de mi regalo.

Todos los niños vociferan. Saltan. Brincan. Jorge mira, Jorge lo otro…… sus voces comienzan a hacer eco en mi cabeza. Estoy totalmente en blanco. No doy crédito…. Me siento en el suelo del salón y miro fijamente hacia un punto. No puedo moverme. No puedo hablar. No puedo gesticular.

El salón está lleno de juguetes, muchos juguetes, muchísimos…

PERO MI MADRE… NO ESTÁ.